Ya hace tiempo me llaman la atención las campañas de imagen del Ministerio de Defensa.
Empezaron proponiendo el ejército como un lugar donde formarte en el manejo de equipos de alta tecnología. Una gran oportunidad, pues es de todos conocida la gran demanda que existe en el mercado laboral de radaristas y de conductores de vehículos blindados.
Después, nos mostraban la reconversión del ejército en ONG, con una bonita señorita con pulcro moño poniéndole una venda limpísima a un negrito africano que sonreía feliz (¡Qué suerte haber sido herido y que una bonita soldada española te vende la herida!)
Y ahora, en una campaña que ha pasado sin pena ni gloria, resulta que el ejército es pues, no sé, ¿el brazo armado de Greenpeace? Porque lo que nos han vendido este pasado mes de Noviembre es que los campos de tiros y maniobras, gracias a ser espacios militares a los que nadie tiene acceso, son, según los anuncios "espacios naturales protegidos". Y tan protegidos, cualquiera entra para encontrarse que ese matorral donde vas a aliviar la vejiga resulta ser un francotirador emboscado, o esa roca de la playa donde vas a buscar cangrejillos es un rudo infante de marina dispuesto a todo por la patria.
Digo yo que para formar técnicos, está el Ministerio de Educación y la Formación Profesional. Para curar negritos, la Cruz Roja y Médicos sin Fronteras -por ejemplo- han acreditado una gran eficacia con años de experiencia, y para apoyarles está la Agencia de Cooperación; y de los espacios naturales protegidos pensaba yo que se encargaba el Ministerio de Medio Ambiente, o si no no entiendo la razón de su existencia.
El Ministerio de Defensa que se dedique a eso, a la defensa, o sea, a formar soldados eficaces en el combate. Que se ocupe de estrategias, tácticas, armas, logística y transporte. Que fiche los técnicos ya formados, sin tener que esperar a que aprendan; que vaya a países en conflicto no a curar, sino a proteger a los que curan, si fuera necesario; y de los espacios naturales mejor no hablar, porque en su momento me tocó pasar una semana en Fuerteventura de maniobras, y en una sola mañana soltamos granadas de mortero como para cargarnos varias generaciones de ardillas y de lagartos majoreros.
En ningún medio informativo he leído comentar este asunto. Y es que me parece que, desde la desaparición del servicio militar obligatorio, el ejército cada vez resulta algo más ajeno al día a día de los ciudadanos, y las nuevas generaciones me da la impresión de que incluso ignoran la existencia de unas fuerzas armadas que, siendo realistas, no se sabe muy bien qué función cumplen, o si están bien dimensionadas, estructuradas y dotadas para cumplir la función que les encomienda la Constitución.
Y que conste que recuerdo con afecto a una buena parte de las gentes que las integran.
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