Todos los días vemos que en los coloquios, debates, tertulias, o lo que sean en televisión, hay siempre un participante cuyos argumentos consisten únicamente en hablar, hablar, hablar... al margen de que otra persona esté o no en el uso de la palabra.
Generalmente ese tipo de debatiente está en posesión de una sóla idea (las más de las veces el embrión de una idea), por lo que no tiene más recursos que la contumacia y la repetición hasta la extenuación.
El problema de estas personas es que, si participan en el debate de una forma ordenada, pronto dejan de captar la atención del auditorio, así que recurren al plan B: interrumpen constantemente y hablan sin parar (la famosa técnica "Mosca Cojonera") hasta que su oponente -y a veces sus propios partidarios- pierde la calma, los nervios y la compostura, y ya hasta los pelos de tamaña ineducación, le requiere silencio de malas maneras.
El resultado es que los oponentes de nuestro "héroe" quedan en el imaginario colectivo como unos intransigentes que niegan la voz a quien no piensa como ellos, y nuestro amigo (o María Antonia Iglesias, por cosa de la paridad) aparece como un heredero de siglos de opresión y persecuciones por las ideas.
Y a mí, un tipo raro, me da que la reacción del rey Juan Carlos en Chile va por ahí, más que por la defensa de un Aznar con el que es público que no estaba a partir peras. Y es que a menudo olvidamos que los políticos y los servidores públicos (véase la distinción...) son, en un sentido amplio, personas, y participan de las debilidades propias de cualquier ser humano.
Cuando las personas van llegando a la edad del rey, antes de empezar a perder la memoria suelen perder la paciencia, y aquí se encontró con un tipo de esos que te sacan de quicio (me viene a la memoria aquel programa de La2, "El Rondo", con Roberto Gómez en el papel de Hugo Chávez), y ya no pudo por menos que saltar. Lo mismo podría haber estado hablando Chávez de la aurora boreal; habría saltado lo mismo.
Generalmente ese tipo de debatiente está en posesión de una sóla idea (las más de las veces el embrión de una idea), por lo que no tiene más recursos que la contumacia y la repetición hasta la extenuación.
El problema de estas personas es que, si participan en el debate de una forma ordenada, pronto dejan de captar la atención del auditorio, así que recurren al plan B: interrumpen constantemente y hablan sin parar (la famosa técnica "Mosca Cojonera") hasta que su oponente -y a veces sus propios partidarios- pierde la calma, los nervios y la compostura, y ya hasta los pelos de tamaña ineducación, le requiere silencio de malas maneras.
El resultado es que los oponentes de nuestro "héroe" quedan en el imaginario colectivo como unos intransigentes que niegan la voz a quien no piensa como ellos, y nuestro amigo (o María Antonia Iglesias, por cosa de la paridad) aparece como un heredero de siglos de opresión y persecuciones por las ideas.
Y a mí, un tipo raro, me da que la reacción del rey Juan Carlos en Chile va por ahí, más que por la defensa de un Aznar con el que es público que no estaba a partir peras. Y es que a menudo olvidamos que los políticos y los servidores públicos (véase la distinción...) son, en un sentido amplio, personas, y participan de las debilidades propias de cualquier ser humano.
Cuando las personas van llegando a la edad del rey, antes de empezar a perder la memoria suelen perder la paciencia, y aquí se encontró con un tipo de esos que te sacan de quicio (me viene a la memoria aquel programa de La2, "El Rondo", con Roberto Gómez en el papel de Hugo Chávez), y ya no pudo por menos que saltar. Lo mismo podría haber estado hablando Chávez de la aurora boreal; habría saltado lo mismo.
No me parece digna la actuación del rey ni la del presidente del gobierno en este caso: están representando a un Estado Soberano en un foro internacional, no en una charla de televisión, y esas salidas de tono no me parecen merecedoras del aplauso que han recibido. Pero lo entiendo perfectamente y lo disculpo desde el punto de vista humano; aunque no me gustaría que se repitiese.
Por cierto: no perderse la cara de Trinidad Jiménez detrás de Z pensando "tierra trágame".
Por cierto: no perderse la cara de Trinidad Jiménez detrás de Z pensando "tierra trágame".
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