El verano es una época en la que resulta curioso seguir con atención los medios informativos.
Estaba hoy frente al televisor saltando, como de costumbre, de un informativo a otro, sin prestar realmente mucha atención (como de costumbre), cuando algo me hace detenerme en el informativo de Telecinco, con José Ribagorda:
No sé si habrá sido el gesto de los momentos trascendentales, o el tono casi airado, o el lenguaje seco y duro. Inmediatamente he pensado en algún atentado terrorista, alguna acción contra la sociedad que moviera al periodista presentador a dejar por un momento de lado su papel de intermediario transmisor de lo que pasa por el mundo, y le impulsara a dejarse llevar por la emotividad e implicarse personalmente en la noticia.
Y cuando he prestado más atención, la noticia ha quedado ampliada por imágenes y la locución de la reportera.
Pasmado me he quedado.
Al parecer, el hecho que debería remover las conciencias, llamar a las barricadas a la sociedad toda, que ha hecho fruncir el ceño y torcer el gesto al presentador, y casi rasgarse las vestiduras y cubrirse de ceniza, es que en los cascos viejos de las ciudades, tan restaurados y bonicos ellos, los bares colocan en las terrazas sillas, mesas y sombrillas con publicidad, que les proporcionan gratuitamente los correspondientes distribuidores de los productos anunciados. ¡Con la pasta que se han gastado los ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, ministerios y cajas de ahorro, y va el del bar y me pone una silla de plástico! ¡Será mala persona, asqueroso y comunista...!
Lo que es el no tener otra cosa que poner....
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