Transcribo un breve fragmento de una novela, por si alguien encuentra, como yo, alguna situación análoga en el mundo real:
"En Globalia, la libertad de expresión era total. Muy pocos, sin embargo, se apartaban en lo que decían de las opiniones convenidas. Oficialmente, no había nada que temer por decir lo que uno quisiera. Pero, con todo, era perceptible una sorda indignación cada vez que uno expresaba opiniones discordantes, en especial si contenían críticas acerca de la sociedad globaliana. Todos admitían unánimemente que Globalia era una democracia perfecta y que era una suerte inmensa vivir allí. Garantizaba en su seno la dignidad y los derechos de todo tipo de minorías. Tanto que, al atacarla, uno se hacía culpable de una agresión contra todos; no se comportaba de una manera muy distinta de los terroristas que dinamitaban el sistema. ¿Qué papel desempeñaba Thieu, con sus enigmáticas críticas? ¿Pertenecía acaso a la temible categoría de los provocadores?"
(Jean-Christophe Rufin, Globalia)
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